domingo, 13 de noviembre de 2016

El feminismo no es un animalismo, ni un igualitarismo.


Catia Faria, filósofa portuguesa, mantiene que el feminismo tiene que ser antiespecista, es decir oponerse a la idea de la superioridad de la especie humana sobre el resto y a toda distinción moral entre humanos y animales. Para ella, ambas corrientes tienen en común una idea de justicia: el igualitarismo, que busca, además de evitar la discriminación, compensar o tratar de forma más favorable a aquellos con menos poder o que tienen peor situación en el mundo. Lo que hace moralmente relevante la posición de los animales es su capacidad para “sufrir y disfrutar”. Son por lo tanto seres “sintientes” y como tales, tienen que entrar en la esfera moral de nuestras decisiones públicas y privadas.
Su razonamiento es simple, aunque de enormes consecuencias: si el feminismo defiende la igualdad entre todos los seres humanos, debe aplicarla a los animales no humanos. Decir que los animales no son sujetos morales no es válido, puesto que de hecho a las mujeres (o a las razas no blancas) se les negó en otros momentos históricos la capacidad moral y la razón que eran la base de la igualdad civil. Además, la esfera de la moral tiene dos características para Faria: lo que la sostiene es el mero hecho de vivir y de sufrir, lo que amplía dicha esfera a todas las especies animales que pueblan la tierra; y la segunda es que es que esa moral es tanto pública como privada. Es decir, Faria no es “animalista”, no defiende un trato justo o no cruel para con los animales; no discute la forma de producción de los alimentos, por ejemplo, sino que considera que debemos asumir completamente, entre nuestras preocupaciones morales, la vida y el bienestar de todas las especies. Esto implica veganismo en la vida privada y la finalidad política de preservar la vida de las otras especies frente a cualquier explotación, pero también a cualquier desastre natural o ecológico, como haríamos si se tratara de seres humanos.
Este razonamiento tiene un gran atractivo actualmente, y de hecho la autora llena sus auditorios, porque es ilimitado –propone una tarea sin fin a nuestra hambrienta sensibilidad- y anti ilustrado, dos de los rasgos más típicos del pensamiento de la época. Su concepto de la igualdad es material, se basa en la consideración de trato igual para todos, o de reparto igual de los bienes del mundo entre todos. El feminismo, al menos el de raíz ilustrada, tiene una base ética completamente ajena, a mi entender. La igualdad que defiende es “relacional”, es decir, defiende la dignidad y el valor iguales de todos los seres dotados de razón. No dice nada del bienestar o la felicidad, sino que habla de las bases justas de la relación social. Ser tratados como seres de razón implica participar en todas las decisiones como ciudadanos libres. Por lo tanto libertad e igualdad son inseparables. La revolución feminista ha discutido una cultura que construye la feminidad como menos valiosa que la masculinidad y a las mujeres como menos libres para dirigir sus vidas y menos razonables para participar en las diferentes esferas de poder.
Es cierto que otras corrientes –socialistas entre otras- han completado esta idea con la necesidad de equiparar las condiciones materiales de los seres humanos para hacer posible el ejercicio de la autonomía moral. Pero no porque los humanos estén vivos y “sufran”, sino porque la razón y la dignidad no pueden ejercerse sin una base de igualdad material y de reconocimiento social. Son los seres dotados de razón los que participan en la comunidad política y deciden la forma de su relación. Cada uno reconoce la libertad del otro, y la polis asegura que esa libertad tenga condiciones justas para ejercerse, una tarea que está muy lejos de haber concluido y que sigue siendo el horizonte de nuestras sociedades humanas.
Con esa libertad cada uno hace lo que puede o quiere, incluso buscar la infelicidad o la muerte. Lo relevante del valor moral no es el hecho de sentir y sufrir, sino el reconocimiento mutuo, algo imposible en el caso de los animales, no porque los humanos no podamos reconocer o proteger su vida, sino porque los animales no pueden reconocernos a nosotros. Sin reciprocidad, no existe una esfera común de decisión moral.
Puede existir, sin duda, un paternalismo (¿maternalismo?) que se extienda a todas las especies, un despotismo ilustrado que decide qué es el bienestar para otras especies no dotadas de razón ni de palabra, y que, por lo tanto, no pueden discutir nuestras decisiones. Si consideramos que tenemos que intervenir, no para mitigar el sufrimiento que nosotros mismos causamos o para ofrecer un trato menos cruel a los animales con los que nos relacionamos, sino porque nuestra especie está al mismo nivel moral que el resto de las especies, el dilema no tendrá fin: ¿debemos permitir que los animales se coman unos a otros? Si eso es admisible, porque es natural, ¿qué justifica moralmente nuestro veganismo? ¿Acaso es moral la cadena alimenticia? Y si nosotros la podemos romper, dejando de comer carne, porque somos seres libres y tomamos decisiones éticas, ¿no estamos poniendo a nuestra especie una vez más por encima de las demás especies?  

Negar la libertad moral, que es el rasgo de nuestra común humanidad, nos lleva a callejones sin salida. Considerar que el feminismo es un igualitarismo es un malentendido. Creer que debemos llevar a nuestras vidas privadas una exigencia de pureza sin fin es religión, no política. Y en estos tiempos en que la religión vuelve bajo los más extraños ropajes, podemos estar seguros de que esta inversión de los valores y esta persecución de la autenticidad ilimitada, triunfará: veganos, animalistas, anti especistas, la rueda puesta en marcha por la aversión a lo humano no tiene fin y puede aplastar nuestro frágil reconocimiento. 

7 comentarios:

  1. El antiespecismo no niega (a priori) que sólo los seres humanos sean sujetos morales (digo a priori porque algunos animales, como los grandes simios, son capaces de realizar decisiones éticas). Tampoco niega que seamos superiores en términos de inteligencia o razonamiento; ni por supuesto implica un odio al ser humano. No propone una una pureza casi religiosa. Lo único que establece es que esa mayor inteligencia, esa capacidad ética o como quieras llamarlo no nos habilita moralmente a producir sufrimiento innecesario a otros seres (sean de la especie que sean). Es decir, distingue entre sujetos y objetos morales (una distinción que tú ni consideras), como dos conjuntos no coextensivos cuyos requisitos de pertenencia difieren. Evidentemente, no es el sentir dolor lo que nos convierte en sujetos morales, pero parece haber algo fundamental en la afirmación de que producir sufrimiento existiendo alternativas (además alternativas muy al alcance de la mano) está mal siempre (independientemente del género, la raza, el sexo, la especie...). Es la capacidad de sentir dolor lo que nos convierte (a nosotros y al resto de animales) en seres con intereses, con posibilidad de tener una vida buena, y lo que abre la opción de que esos intereses sean o no respetados (por parte de seres con capacidad de elección, independientemente también de la especie que sean). En eso consiste la ética. Ahora podemos inventarnos mil excusas para excluir a los animales de la "asamblea", pero estaremos confundiendo "poder" (efectivamente, tenemos el poder de seguir haciéndolo) con responsabilidad ética. Cuánto les cuesta a algunos renunciar a sus privilegios... Antes de hablar de libertad, liberemos a nuestros esclavos.

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    1. Si mostrar compasión, responsabilidad o ampliar nuestra idea de justicia a otros seres no humanos es de lo que hablamos, estoy de acuerdo. Pero el artículo de Faria partía de la idea de que el feminismo es un igualitarismo y que su lógica lleva necesariamente al anti especismo. Dos ideas que no comparto. En todo caso, gracias por tu comentario.

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    2. Gracias por tu respuesta también. Pero no termino de entender tu posición con respecto al antiespecismo, así que, si no te importa, te pregunto (puedes elegir contestar o no hacerlo). Entiendo (esté de acuerdo o no) las razones por las que consideras que el feminismo no es un igualitarismo y no implica un antiespecismo. Por otra parte, dices estar de acuerdo con el razonamiento antiespecista que más o menos he expuesto en mi comentario, con independencia de la comprensión del feminismo que cada una tengamos. De mi razonamiento creo que se sigue, siendo consecuentes, adoptar un estilo de vida vegano, etc. En el penúltimo párrafo, no obstante, das un salto importante que no entiendo al pensar que de la exigencia ética de mitigar el sufrimiento que nosotros mismos ocasionamos se seguirían otras exigencias como la de intervenir para impedir que los animales se coman entre sí, etc. De nuevo, creo que la solución se encuentra en la distinción entre sujetos y objetos morales, y con el hecho de que la ética sólo tiene lugar donde hay alternativas y, por lo tanto, posibilidad de elección. Te pongo un ejemplo: yo tengo dos gatos y soy vegana. Los gatos evidentemente comen carne. No pueden elegir no hacerlo ya que no son sujetos morales. Sin embargo, yo puedo garantizarles pienso vegano, cuidando de que su dieta sea equilibrada y no entrañe riesgos para su salud. En cuanto antiespecista, creo que es mi responsabilidad hacerlo. Pero si no existiera esa opción (como sucede en el caso de los animales carnívoros u omnivoros salvajes, por ejemplo, donde no resulta concebible un cambio de dieta intervenido por nosotros) no habría elección que tomar y, por lo tanto, tampoco responsabilidad ética. Es decir, si los animales salvajes cazan para sobrevivir, y no existen alternativas, no creo que el veganismo tenga nada que decir sobre ello (no sé qué es lo que defendería Catia en este punto -tal vez recalcaría que los animales en ocasiones también generan daños "gratuitos" a otras especies y que en esos casos sí podemos intervenir...). La cuestión es que del veganismo no se salta a eso porque nuestro caso es muy distinto: en primer lugar, no cazamos por necesidad, sino por gusto, costumbre o hábito; en segundo lugar, en realidad ni siquiera cazamos, llevamos a cabo un proceso mucho más opresivo, sistematizado y cruento; en tercer lugar, porque mientras que lo natural puede seguir teniendo algún valor a la hora de evaluar lo que pueda ser o no mejor para los animales, en nuestro caso lo natural ha dejado de ser parte de nuestras vidas desde hace mucho tiempo (todo lo que nos rodea es artificial) y, desde luego, ha dejado de ser un valor por encima de otros (basta preguntarnos si renunciaríamos a todas las comodidades brindadas por la ciencia o la tecnología por el mero hecho de no ser naturales). Apelar a "lo natural" (entrecomillado ya que la ganadería en sí misma no es natural, aunque comer carne lo sea) como valor en el caso de la alimentación, cuando hemos renunciado a ello en prácticamente todos los demás ámbitos, no parece tener mucho sentido (parece, más bien, una excusa). Supongamos, por mor del argumento, que estás de acuerdo. ¿Significa esto que "estamos poniendo a nuestra especie una vez más por encima de las demás especies"? Bueno, sinceramente me parecería una lectura un poco perversa cuando justamente lo que se está defendiendo es utilizar esa mayor libertad y capacidad ética, no para establecer nuestra superioridad, sino para aliviar los sufrimientos de los animales no humanos y concederles el reconocimiento moral del que hoy en día carecen, ¿no estás de acuerdo? Un saludo

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    3. No he pensado mucho en el veganismo pero no creo que las posiciones sobre la justicia obliguen a una completa coherencia. Simplemente no podríamos vivir. Los ecologistas usan aviones y muchas feministas se casan, etc. Modestamente me permito citar una entrada más abajo, "Contra la coherencia". Y si no ataco nuestra forma de alimentarnos no es porque sea natural, sino justamente porque es cultural, porque criar animales y sacrificarlos ha formado parte de nuestra común cultura. Podemos cambiarla, sin duda, pero no me parece un problema ético esencial, entre otras cosas porque las especies domésticas desaparecerían sin ese uso. Sí me lo parece la forma de producción industrial, junto a muchas otras formas de producción que ahora son contrarias a nuestra sensibilidad, aunque en algún momento lograron que la esperanza de vida aumentara en todo el mundo. En todo caso, creo en las discusiones colectivas más que en las posturas individuales, que me parecen eso, una opción personal. Un saludo.

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  3. Perdona, pero la moral emerge donde existe sintiencia y capacidad de elección. Yo elijo no hacerte daño porque tú sientes. Y puedes elegir no hacerle daño a tu padre, a tu hermana, a una comunidad indígena de América Latina o a los animales.

    Este artículo me parece desechable en su totalidad.

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  4. Habría mucho que decir sobre este artículo que justifica muy bien la conciencia de la autora para seguir usando a los animales como a ella, o a los humanos les venga en gana, sin tener en cuenta para nada sus intereses, sus emociones. que los animales no tienen uso de razón es una invención. Científicamente está mas que demostrado que piensan, que construyen instrumentos, que anticipan consecuencias y mil cosas más.
    Y por último, llamarle pureza de religión a la coherencia, me parece un chiste. En la vida privada hay que tener la coherencia que se proclama y se exige en la esfera pública. Lo contrario es hipocresía

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