lunes, 16 de septiembre de 2024

 

Odio a Taylor Swift

 

El exabrupto de Trump ante el apoyo de la cantante a su rival en las elecciones presidenciales ha despertado la ironía de las redes. Un hombre mayor, millonario, con enorme poder, un ex presidente de los Estados Unidos, que opta al mandato de nuevo, y que se permite una rabieta contra una joven que no tiene más poder que su inmensa fama como artista de pop. Esta visión ha sido la reacción más habitual, sobre todo de la izquierda. Pero quizás, una vez más, erramos el tiro (lo que no es broma, dado que Trump ha escapado ya a dos intentos de asesinato). ¿Seguro que Trump no hace más que mostrar frustración y rabieta? ¿Seguro que Taylor no tiene poder?

Veámoslo de otro modo. El fenómeno Taylor Swift es asombroso para las personas de la generación boomer. Nuestros héroes musicales eran hombres rockeros que representaban todo lo que las mujeres no podíamos ser u obtener, sexo, drogas, dinero, libertad. Eran la cara contracultural de todo aquello que eran los hombres en la realidad social, responsables, con poder, renunciando a su libertad para ser cabezas de familia. Ser una mujer libre era imitarlos y poder, al fin, subirse a una moto y emborracharse. Nada malo como plan, pero desde luego una imagen de la igualdad donde los valores masculinos eran absolutamente superiores. Ellos tenían la gracia, y solo teníamos que imitarlos para ver si algo nos caía de esa capa mítica. Por el contrario, en los conciertos de Taylor, un ejército de niñas baila y canta sus canciones e intercambia pulseritas. Se reconocen en las letras de una artista que les dice que no tienen que ser hombres -ni poderosas mujeres de minorías raciales- para tener vidas interesantes. Y que tienen derecho a todo, al lirismo y a la cursilería, al amor y al poder, al dolor y hasta al malditismo de los poetas torturados, el más lejano y valioso de los campos vetados a las mujeres, el fracaso y su épica. Las tonterías de sus vidas valen exactamente lo mismo que las bobadas de los Rolling Stones y sus letras supuestamente salvajes. Si a ellos se los tomó en serio, ¿por qué no a ellas y sus vidas y tormentos?

Resulta que este fenómeno es la prueba de un enorme vuelco sociológico, el triunfo real del feminismo, el cambio de eje del mundo de los hombres al de las adolescentes, de los padres a las hijas, por así decirlo. Detrás de esta transformación está el fin del mundo industrial, de la familia nuclear, del género como institución, de la nación y de la responsabilidad masculina sobre el mundo. Casi nada. Los perdedores de este cambio son los ganadores del modelo anterior, hombres trabajadores y responsables de sus familias, que recibían a cambio de renunciar a ser muchachos contraculturales el aprecio social, el respeto de sus mujeres y un salario. Todo lo cual se ha venido abajo.

Por lo tanto, Taylor Swift representa realmente lo que odian y no comprenden. Muchos de esos hombres están atravesando una profunda crisis moral que se ha expresado demográficamente en las muertes por desesperación (alcoholismo, accidentes, suicidios, etc.) de una generación de hombres trabajadores blancos en USA, y políticamente en el voto masculino a la derecha populista.

Así que cuando Trump dice que odia a Taylor Swift está tocando una tecla muy directa y profunda en el corazón de esa América que no entiende el vuelo de las adolescentes que ven el campo libre, por primera vez en la Historia, para expresar sus anhelos y reivindicar sus vidas. Vale la pena entender que Trump solo dice literalmente y legitima lo que millones sienten si se quiere tener alguna oportunidad de ganarle.

 

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